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Una pancarta en Badalona, dos vecinos diferentes. |
De nuevo el Partido Popular exprime el jugo del extranjero. Se trata de sacarle lo que pueda. En el año 2000 ganó la mayoría absoluta, en buena medida, colocando la inmigración como un problema que ellos sólo sabrían resolver. Una vez con todo el poder de los votos, hizo entrar por las ventanas de atrás a más de 2 millones de extranjeros. Avivó con combustible humano el milagro chapado en oro de la economía española. Ahí sacó una buena cantidad de hectolitros de sudor extranjero para las arcas públicas y para el abaratamiento de los salarios. Más obreros, más baratos, más sumisos. Ahora saca de nuevo el exprimidor. Después de haber calentado durante meses en Catalunya el debate político, situando al extranjero en el centro de los ataques, ahora llega la propuesta reina:
que se vayan todos . Es curioso que sólo vomite su bilis
xenófoba en Catalunya, a sabiendas de que en algunas ciudades clave puede sacar partido. En Madrid el PP dice otras cosas. Habla de la inmigración como una riqueza y sus palabras parecen las palabras que siempre flotan en la Isla de Ellis, recibiendo a los pobres de la tierra. No es contradicción, es táctica. En Madrid quiere los votos de rumanos y ecuatorianos, abundantes y conservadores. En Catalunya cuenta con el voto rumano y ecuatoriano, que no simpatiza con marroquíes y pakistaníes. Y éstos últimos no votan. Pero sirven de bolsa de arena a la que machacar si se necesita ganar unos centenares de votos en un barrio olvidado, degradado y fácil presa del miedo. La pregunta del momento cuando los políticos ven a un extranjero es: ¿vota o no vota?
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